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Por qué usamos tantos anglicismos innecesarios

©/2 Antonio Miguel Nogués Pedregal (2021)
Publicado en The Conversation, lunes 26 de abril de 2021

anglicismos innecesarios

La tradición atribuye al emperador Carlos V la frase «le hablo en español a Dios, italiano a las mujeres, francés a los hombres, y alemán a mi caballo». Si en vez de en el siglo XVI, el Emperador viviese hoy, no hay duda de que habría añadido que le hablaba en inglés a su ordenador, a los empresarios y a sus seguidores en las redes sociales.

Los negocios, la tecnología y los medios de comunicación son los tres pilares que determinan la realidad de un mundo global y, muy especialmente, la forma en la que lo pensamos. El inglés es, actualmente, el idioma en el que se piensan y expresan las ideas que rigen el mundo de los negocios y de las finanzas; el de la ciencia y el de la tecnología; y, sobre todo, el de los medios de comunicación y las redes sociales. O sea, de todo.
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Entrevista: «El turismo es otro de los nombres del poder»

Entrevista de Gabriela Martinez para InnovaSpain, jueves 14 de enero de 2021


InnovaciónSpain
Del turismo se sabe que ha sido uno de los sectores más golpeados por la pandemia de COVID-19, que en 2020 registró el número de viajeros extranjeros más bajo desde hace medio siglo, y que el 12 % del PIB de España dependió de él en 2019.

Pero desde que comenzó la crisis sanitaria mundial hace un año, se ha hablado menos de qué es lo que realmente hablamos cuando hablamos de turismo. Para Antonio Miguel Nogués, uno de los especialistas españoles más reconocidos en socioantropología del turismo y autor de numerosas publicaciones sobre esta temática, el turismo no es sino «otro de los nombres del poder». (más…)

¿De qué hablamos cuando hablamos de turismo?

©/2 Antonio Miguel Nogués Pedregal (2020)
Publicado en The Conversation, viernes 3 de julio de 2020

Screenshot_2020-09-05 ¿De qué hablamos cuando hablamos de turismo

Durante la crisis derivada de la COVID-19 el turismo ha sido uno de los temas más presentes en los medios de comunicación. El cierre de fronteras y la prohibición de la movilidad interior ha impactado de pleno en uno de los pilares económicos de muchos países. De pronto, las redes se llenaron de imágenes que mostraban otras tonalidades: peces y patos en los canales de Venecia, el paisaje urbano adquiría otro matiz y los lugares turísticos aparecían desnudos.

Esto, sin embargo, augura que 2020 no será un buen año para los negocios vinculados, directa o indirectamente, al ocio y al turismo. Para miles de familias cuyos ingresos dependen de la llegada de visitantes, cualquier impedimento a la circulación de personas es una tragedia.
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¿A qué llamamos ‘patrimonio cultural’?

©/2 Daniel Carmona (2020)
Publicado en The Conversation, lunes 1 de junio de 2020

Screenshot_2020-09-05 ¿A qué llamamos 'patrimonio cultural'

La palabra española “patrimonio” tiene su etimología en el latín patrimonium, sustantivo compuesto de patris (del padre) y onium (recibido) con el que referían a los bienes que se heredan vía paterna, por lo general en el seno de las familias patricias (la clase noble romana). La finalidad de este patrimonio era proporcionar el sustento material que diera continuidad a la estirpe familiar más allá del individuo.

Siglos después, este significado se mantiene y amplía, como evidencia Sebastián de Covarrubias en Tesoro de la lengua castellana o española (1611), quien definía el patrimonio como “lo que el hijo hereda del padre” (fol135v). La posesión de patrimonio era, más allá de su utilidad, un distintivo social de clase. De este modo, su conservación era una obligación, y acrecentarlo un ideal.
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Lenguas indígenas: más allá de la supervivencia

Lenguas indígenas: más allá de la supervivencia

unnamed©/2 Cristina Soler García (2019)
Publicado en Opción S, jueves 5 de septiembre de 2019

Las lenguas son elementos constitutivos de la identidad de los pueblos y son esenciales para hilar y retroalimentar su memoria: a través de la lengua se expresan las concepciones fundamentales sobre el ser humano, su relación con el entorno social inmediato, con la naturaleza y el mundo; pero, además, se enuncia la representación propia y ajena, la manera en la que los individuos y los grupos se reconocen y se nombran los unos a los otros. Las lenguas son el contexto a partir del cual se construyen y narran, a través de la oralidad, los mitos de origen, la noción del tiempo, las conexiones entre el pasado, el presente y el futuro; los sueños y los recuerdos; los valores y creencias. Son también, a través de la toponimia, la expresión del arraigo y pertenencia al territorio; y por supuesto, el armazón y la garantía de continuidad de los conocimientos ancestrales. En suma, las lenguas resultan fundamentales para la supervivencia de los pueblos.

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Cuando la precariedad se convierte en norma

©/2 Raúl Travé Molero (nuevatribuna.es, 23 de febrero de 2018)

El turismo lleva años, tal vez desde que se convirtió en la niña mimada del Franquismo, en la vanguardia económica de nuestro país. No sólo en lo que a cifras de resultados se refiere, sino también en cuanto a la aplicación de políticas de gestión que luego han sido imitadas por otros sectores. Esto, lamento decirlo, no es precisamente una buena noticia para los trabajadores y trabajadoras.

Hace apenas una semana, el sindicato Comisiones Obreras (CCOO) publicaba un informe sobre la actividad turística y el empleo. El subtítulo era una apuesta por el empleo decente y el turismo socialmente responsable. Ahora bien, cuando las reivindicaciones sindicales acaban limitándose al mantenimiento de la decencia del empleo, puede ser que partamos de una situación con poco margen… para empeorar.

Como en el resto de la economía española, parece que las cifras macro van por un lado y las condiciones de vida de la mayoría por otro. Unos hacen las cifras mientras otros las sufren, podríamos imaginar.

Por un lado, vemos que el PIB turístico ha crecido un 4,4% durante el último año, llegando a los 134 mil millones de euros tras un crecimiento del 3,66% en el número de viajeros y un 2,68% en las pernoctaciones. El sector ya representa un 11,5% del PIB total. Con estas cifras no es de extrañar que los ingresos por turistas extranjeros hayan sumado alrededor de 87.000 millones de euros en 2017, un 12,9% más que en 2016.

A nivel empresarial, la Tarifa Media Diaria (ADR) del sector hotelero ha crecido un 6,4% durante el último año, mientras que el indicador de rentabilidad RevPar (el ingreso por habitación disponible) se ha disparado un 9,41%.

Si ampliamos el foco, desde 2008 el número de visitantes ha crecido un 24,7%, las pernoctaciones un 26,62%, el número de plazas hoteleras un 9,86% y el RevPar un 36,83% de media.

Por otro lado, sin embargo, el empleo sólo ha crecido un 5,61% en la última década. Esta cifra nos obliga a poner dos cuestiones -por todos sabidas pero que intentan disimularse- sobre la mesa: que el sector turístico español basa su rentabilidad en la explotación intensiva de la mano de obra, y que esta explotación cobra forma también en el ámbito de la economía sumergida.

La precariedad, la temporalidad, la falta de derechos o la imposibilidad real de reclamarlos se han convertido en lo normal, como lo ilustra el hecho de que el 97% de los contratos firmados en el sector turístico durante 2017 hayan sido de carácter temporal -casi la mitad de los mismos llegaron al extremo de ser de menos de dos semanas-. Las reformas laborales de 2010 y 2012 han permitido destruir empleo estable y sustituirlo por trabajadores temporales, a tiempo parcial y con salarios más bajos. El reino de la precariedad tiene uno de sus hitos en unas prácticas laborales fraudulentas –ocupando puestos estructurales, sin tutorización y en muchos casos no remuneradas– que juegan con las esperanzas y la necesidad de los más jóvenes.

El informe de CCOO señala, con mucho acierto, que no hay turismo sostenible si no es un turismo de calidad en todos sus ámbitos, y el trabajo decente es su pieza central. Podríamos añadir que, sin un reparto equilibrado de los beneficios y los perjuicios, toda industria adquiere tintes extractivistas y neocoloniales que inevitablemente acarrean una percepción social negativa. En el caso del turismo, si no se toman medidas que corrijan esta tendencia –no sólo en el plano laboral, aunque este sea el más urgente– no podremos extrañarnos de la aparición de fenómenos de contestación social.

Quizá, siendo optimistas, la imitación en este caso podría ser positiva y ayudar a atajar la precarización de todos los sectores productivos de nuestra economía.

*Publicado originalmente en www.nuevatribuna.es